Hebreos 10:1-5 "La ley es un callejón sin salida"
Introducción:
Se narra la historia de un poblado inglés cuya capilla tenía un arco donde estaba escrito: “Predicamos a Cristo crucificado”. Durante muchos años hombres fieles predicaron allí y presentaron al Salvador crucificado como el único medio para la salvación. Pero cuando murió la generación de predicadores fieles, surgió una que consideraba anticuados y repulsivos la cruz y su mensaje. Comenzaron V 1, p 258 a predicar la salvación por el ejemplo de Cristo, no por su sangre. No veían la necesidad de su sacrificio. Después de un tiempo, la hiedra creció sobre el arco y cubrió la palabra “crucificado”, de modo que solo quedó visible “Predicamos a Cristo”. Entonces la iglesia decidió que su mensaje no tenía por qué confinarse a Cristo y la Biblia. Así fue como los predicadores comenzaron a hacer discursos sobre asuntos sociales, políticos, filosóficos, rearmamento moral y cualquier tema que ocurriera y produjera interés. La hiedra continuó creciendo en el arco hasta cubrir las últimas palabras. Entonces solo se leía: “Predicamos”.
Interpretación:
Los judíos tienen las Escrituras, lo que llamamos el Antiguo Testamento y continúan celebrando algunos días de fiesta. Pero no tienen tabernáculo, templo ni sacerdocio, por tanto, no tienen sacrificios, ni diarios ni anuales. Aún se celebra el Yom Kipur, pero sin sumo sacerdote, sin altar y sin cordero para sacrificar. Como muchos judíos incrédulos modernos se niegan a reconocer el nuevo pacto que hizo Dios con ellos, incluso el antiguo ha perdido gran parte de su significado. Lo que era ya pálido está aun más desteñido. Lo que ya era borroso ahora es aun más borroso. La mayoría de los judíos no siguen las Escrituras ni las ceremonias. No aceptan el sacrificio nuevo e incluso han perdido el antiguo. Si durante el tiempo que estuvo vigente el antiguo pacto, los antiguos sacrificios no pudieron hacerlos perfectos, ¿cuán menos eficaces serían ahora, si de alguna manera continuaran?
Bajo el antiguo pacto, los sacerdotes estaban ocupados todo el día, desde el amanecer hasta el ocaso, matando y sacrificando animales. Se estima que durante la semana de Pascua mataban hasta trescientos mil corderos. La masacre era tan masiva que la sangre se drenaba afuera del templo con canales preparados especialmente para llevarla hasta el torrente de Cedrón, que al parecer corría con sangre.
Pero, sin importar cuántos sacrificios se hicieran, o cuán a menudo, eran ineficaces.